
El ogro se moría y quería verme. Según mi tío sólo deseaba despedirse de su única hija, pero a mí me daba la impresión de que había algo más.
En un primer momento me negué. No necesitaba una despedida. No quería volver a casa, pero después creí que verle acabado y a las puertas del infierno, me ayudaría. Verle pagando sus pecados era algo que necesitaba y deseaba. Era la única forma de ver que la maldad se paga. Así que hice las maletas y me dirigí hacia mi pasado.
Mi padre, ese poderoso multimillonario, había encontrado una batalla que todo su dinero no podía vencer. Se había topado con una leucemia en fase terminal. Viajó a los mejores hospitales del mundo, contrató a los más reconocidos especialistas y gastó parte de su fortuna, para llegar a una única conclusión: se moría y ni todo el oro del mundo impediría eso. De repente su prioridad cambió y sólo anhelaba salud. Su vida de excesos le estaba pasando factura y yo era feliz con eso. Era feliz viendo como pagaba por lo que le había hecho al mundo y a mí. Es duro sentir felicidad por la desgracia ajena, pero la sentí.

Una vez instalada en mi antigua habitación y superados los primeros recuerdos, me dirigí a su habitación. Había contratado a un equipo médico para que lo atendiesen en casa. No quería estar ingresado en un hospital, porque la gente enferma no le agradaba. Que irónico, a mí tampoco me gustaba según que enfermo. El cuarto estaba atestado de aparatos médicos y personal sanitario. Dos médicos y un par de ATS, vigilaban día y noche su estado. La cama ocupaba el centro de la estancia, rodeada de cables y objetos que no supe identificar.
Entonces me vio. Estaba casi dormido, supongo que debido a la medicación, pero al verme sus ojos se abrieron como platos y su rostro se tensó en un amago de sonrisa. ¿Podía ser posible que se alegrase de verme?¿Sería cierto que quería despedirse? Tal vez la cercanía de la muerte la había hecho replantearse su vida. No, tenía que haber algo más, algún motivo oculto.
- Hija mía. Has venido-dijo entre susurros. Le costaba respirar. Un silbido agudo nacía de su pecho.
- Ricard- saludé. Siempre utilizaba su nombre propio para dirigirme a él. Lo de papá le quedaba grande- ¿qué es lo que quieres de mí? ¿es esto una despedida o algo semejante?
- espero que sea un comienzo- contestó
Un comienzo de qué. A este hombre se le había ido la cabeza. Tanta medicación le había freído el cerebro.
-Explícate, porque no he recorrido 700 km para jugar a las adivinanzas- mi voz sonaba dura y concisa.
-Necesito un trasplante de médula. Hemos buscado un donante y nada. Eres mi última oportunidad. No curará mi enfermedad pero me dará algo más de vida.- si hubiese encontrado a alguien compatible jamás habría acudido a mi. Maldito egoísta y yo pensando que tal vez podría haber cambiado.
-No- fue lo único que contesté
-¡¿cómo que no?¡¡ soy tu padre¡- intentó gritar sin éxito.
-Tú nunca fuiste mi padre, sólo el hombre que dejó embarazada a mi madre y después se la cargó.- su rostro palideció. Sabía ya mi respuesta, sin embrago insistió, no sin antes echar de la habitación a todo el personal médico. No quería testigos.
- La muerte de tu madre fue un accidente y tú lo sabes.-mintió. Ni siquiera en su lecho de muerte era capaz de asumir los errores cometidos.
- Serás hijo de puta. Te vi, lo vi todo. La discusión. Mamá quería irse y tú no la dejaste. La golpeaste hasta que….- no podía seguir. El recuerdo me martillaba la cabeza.
- Seré lo que tú quieras, pero eres mi hija y llevas mi sangre. Me lo debes .Yo te crié. ¿Quién pago tus viajes y tus estudios?
- Me criaron las mujeres que tú contrataste tras la muerte de mamá y no pagaste mis viajes, te libraste de mí, que son cosas distintas
- Está bien, piensa lo que quieras pero ¿cómo explicarás tu negativa? una hija nunca dejaría morir a su padre si pudiese evitarlo, ¿te has parado a pensar en lo que dirá la gente?
- No pienso explicarlo. No estoy obligada a hacerlo y punto. Lo que digan no me importa. Soy dueña de mi vida y de mis decisiones- sin más que decir me fui. Sabía que lo de la despedida había sido solo una artimaña y sin embargo había caido en la trampa, directa a la boca del lobo.
Oí como llamaba a mi tío y como le explicaba lo acontecido. La guerra sólo había empezado y yo era el objetivo. El tesoro a conseguir. Me sentía una médula con patas. Me encerré en mi antiguo dormitorio. Necesitaba pensar. Entonces... CONTINUARÁ
