martes, 24 de noviembre de 2009

Andrea (8ª parte)



Aprovechando que los “amigos” de mi padre iban saliendo de la casa, volví a mi cuarto sin que nadie se percatase de mi presencia. Lo que no queríamos ni mi tía ni yo era llamar la atención de ninguno de ellos. Eso sería del todo perjudicial para nuestro plan. Bastaba con que uno sólo de esos hombres pusiese un ojo en mí para que a los dos segundos me vigilase uno de sus trabajadores. Tenía que ser invisible el mayor tiempo posible.

Entré en mi habitación y me dirigí a la ventana para observar en detalle a cada una de mis próximas víctimas. Caerían todos, uno tras otro, como fichas de ajedrez y yo sería el dedo que la empujaría. Una sensación desconocida recorrió mi espalda. Poder.

-Andy tenemos que irnos- dijo Lucía desde el umbral de mi puerta

-¿irnos? ¿A dónde? - Salir de esta casa requería un visado de Carlos y una causa más que justificada par no ser acompañadas por algún miembro de las filas de mi padre.

- Vamos a conocer a alguien especial. Arréglate y baja. Te espero en el salón en 5 minutos. Por cierto, ponte la ropa más desgastada que tengas. ¿Entendido?

- Si señora, lo que mande señora- contesté mientras me ponía firme y saludaba a alto mando en que se había convertido Lucía. Dentro de la gravedad, este juego empezaba a ser emocionante y en ocasiones divertido.

Rebusqué en mi armario, entre la ropa que había dejado cuando me fui a la universidad. Habían pasado 5 años pero seguía conservando la misma talla. Maravillas de la genética, según mis amigas de facultad. Me decidí por unos vaqueros gastados y con los bajos deshilachados y un suéter de hacía unas cuantas temporadas. Esperaba que fuese a lo que Lucía se refería. Me miré en el espejo. Mi aspecto era pésimo. Necesitaba un corte de pelo. Los días en casa de mi familia estaban pasándome factura. Había adelgazado unos kilos y unas ojeras se habían instalado bajo mis ojos, consecuencia de las noches en vela y el miedo que me provocaban algunos inquilinos de mi cárcel. Estaba lista. Bajé al recibidor donde Lucía me esperaba.

-¿Estoy lo bastante horrorosa? Ya me explicarás a que viene el tener que salir a la calle con este aspecto.

- Ahora lo verás. Nunca desconfíes de tu tía. Mi madre siempre me decía que nunca se debe dar una puntada sin hilo.

- ¿Me vas a hablar de costura?- dije en tono burlón

-Espera y verás. Y sobre todo no hables. Vamos a salir de esta casa solas.

-¡eso es imposible¡ No podemos ni pasear por el jardín sin vigilancia

- Cariño hay algo que ningún hombre soporta…-no terminó la frase.

Carlos se estaba acercando a nosotras con cara de pocos amigos. Él era el que tenía que darnos permiso para salir y yo seguía sin entender el plan de Lucía

-¿Se puede saber a dónde vais vosotras dos?- preguntó con tono firme

-Cariño, Andrea lleva en casa un mes y como puedes ver no tiene ropa que ponerse. Tenía pensado llevarla de compras y a la peluquería. No creerás que una Villegas puede tener un aspecto tan deplorable .La primera impresión es la que cuenta cariño y Andy, no te ofendas- Dijo mirándome- da pena.

- Llamaré a Pedro para que os acompañe.

- Eso no va a ser posible. Es que…

- Es que nada. Si salís será acompañadas.

- Cielo, tenemos que comprar prendas y hacer algún tratamiento íntimo y creo que a Andy no le hará mucha gracia que un hombre de 2 metros la vigilé mientras se depila las ingles. Me sigues. Solo serán dos horas, tres a lo sumo. Si en ese tiempo no estamos de regreso, envía a Pedro a esta dirección- le dijo mientras le entregaba la tarjeta de su centro de estética.

- Pedro os llevará y esperará en el coche. Y no hay vuelta de hoja..- sentenció.

- De acuerdo, tú mandas- contestó Lucía al tiempo que me guiñaba un ojo.

Salimos de la casa y nos dirigimos al garaje donde Pedro nos esperaba junto al coche. Un Mercedes último modelo, con blindaje antibalas y una colección de dispositivos de última generación, que incluían como no un localizador GPS, con el que Carlos podría saber en todo momento donde nos encontrábamos. Empezaba a pensar que el plan de Lucía se había ido al traste…


viernes, 30 de octubre de 2009

Andrea (7ª parte)

Un par de semanas después mi padre estaba recuperado, pero no se había dignado a preguntarme si yo me encontraba bien o decirme al menos hola. Había organizado una reunión con sus amigos, para dar el bastón de mando a Carlos. Desde mi cuarto podía ver los coches que llegaban y los hombres, rodeados de guardaespaldas, a los que se supone que iba a hundir. No tenía mucha fe, pero mi tía estaba completamente convencida de que podríamos hacerlo. Yo simplemente me dejaba llevar. Estaba en estado de shock y en esos momentos me daba igual todo y todos. Me infiltraría en ese mundillo y que fuese lo que tuviese que ser.


-Señores les apetece tomar una copa.- les preguntó mi padre. Yo observaba la escena desde las escaleras, donde nadie podía verme. Mi tía estaba sentada junto a Carlos y de vez en cuando me miraba, como diciéndome esto es importante o esto no.

- No gracias. Ricard, ¿para qué nos has reunido aquí a todos? Es peligroso estar juntos bajo un mismo techo. No lo has pensado- señaló uno de los hombres. Por su aspecto no llegaba a los 30 años.

- Lo sé, no me hace falta que un principiante como tú venga ahora a decirme lo que tengo que hacer o como debo hacerlo. Tú aún no habías nacido, cuando yo ya traía de los estados del este a las mujeres que se cepillaba tu padre.

- Está bien…-contestó levantando las manos en señal de rendición.

- Bueno, el motivo de que os haya reunido aquí a todos es para que veáis que sigo vivo y con fuerzas para acabar con quien se cruce en mi camino. Muchos creéis que estoy a las puertas del infierno pero aún me puedo cargar a más de dos. Sin embargo, he decidido ceder el mando a mi hermano.-mi tío saludó con un movimiento de cabeza- Ya todos lo conocéis y a partir de hoy cada asunto que haya que tratar os lo notificaréis a él. Será la cara y yo seguiré siendo el cerebro. ¿está claro? No quiero que nadie se piense que ahora podrá robarme mi negocio. El que se atreva a poner un pie en mi territorio sin previo consentimiento, terminará mal, ya conocéis la forma que tengo de solucionar los altercados. ¿Algo que decir?

Habían escuchado cada palabra de mi padre, como el alumno escucha al maestro explicar la lección, en silencio y prestando la mayor atención posible. Ninguno habló, simplemente asintieron. La reunión había finalizado.

- Señores, hasta la próxima.-dijo mi tío, invitándoles a irse. Era la forma de mostrarles que ahora el era el jefe.

Me di cuenta que en ese mundo las cosas son claras y concisas. Nada de rodeos. Lo que tengas que decir hazlo rápido y de forma clara. Tenía que empezar a pensar y actuar como ellos si quería entrar en el club… CONTINUARÁ.

lunes, 5 de octubre de 2009

Andrea (6ª parte)



No sé si era efecto de los sedantes o de mi imaginación, pero mi tía acababa de decir que acabásemos con ellos. No podía pensar con claridad.

- ¿qué dices? Tú has visto muchas películas tía. Qué pretendes, que vaya a su habitación y le dé una paliza como venganza. No, mejor les pego un tiro y les dejo fritos en el sofá. ¿Eso te parece mejor?

- ¡Deja de decir tonterías¡

- Entonces qué, matones a sueldo, veneno en la comida, dime…- Me tenía intrigada.

- Será mejor que ahora te deje descansar. Creo que sigues bajo los efectos de las drogas que te suministraron y dudo que así pienses con cabeza. Duerme un rato. Me quedaré aquí contigo. Así estarás más tranquila.

- No quiero dormir, quiero largarme- objeté.

- Pues eso ahora no es posible. Hazme caso y duerme o seré yo la que ahora te drogue.-su tono amenazador resultaba cómico. Era demasiado dulce para dar miedo. Pobre mujer. Igual que mi madre, ella no había elegido esta vida.

- No más drogas no. Está bien. Pero prométeme que me ayudarás a salir de aquí una vez recupere las fuerzas.- Estaba cansada y dormir un rato no era del todo una mala idea. Cuando recuperase las fuerzas me iría de esa casa, con apoyo o sin el.

- De acuerdo- dijo, aunque no sonaba todo lo sincero que yo esperaba.



La verdad es que estaba tan agotada que nada más cerrar los ojos me quedé dormida. En sueños reviví lo que me acababa de contar mi tía. De pronto, me vi desnuda sobre la mesa de un quirófano (tendría que averiguar donde lo hicieron, porque dudo que me llevasen a ningún hospital o clínica), rodeada de varios médicos. Se reían. Seguramente habían recibido una buena comisión por ese trabajillo extra. Un apartamento nuevo, un coche o un cheque con demasiados ceros. Mi padre nunca se andaba con tonterías, en lo que a sobornos se refiere. Era tan real mi pesadilla que incluso sentía los pinchazos y sus manos sobre mi indefenso cuerpo tendido sobre la fría mesa de operaciones. Creo que volví a llorar aún dormida. Escuchaba la voz de un hombre tras los doctores ordenándoles que extrajesen la mayor cantidad posible, que lo importante era salvar al señor Villegas, la chica sería un daño colateral. La voz de Carlos, mi cariñoso tío. Pedazo hijo de mala madre, un daño colateral. La furia que recorría mis venas hizo que me despertase de sopetón, asustando a Julia.

- ¿Estás bien Andy?.- preguntó asustada

- Mejor que nunca…¿cómo dices que vamos a acabar con ellos?.-dije con una sonrisa en la cara y el odio que sentía ardiendo en mis pupilas.

- Dicen que si no puedes vencer a tu enemigo lo mejor es unirse a él y eso es lo que tú vas a hacer.

- Explícate…- le exigí. No quería andarme con rodeos. Quería verles pagar y lo quería cuanto antes

- Yo soy parte del cotarro y nadie se fiaría de mí si ahora dijese que quiero entrar en el negocio. Sin embargo tú nunca estuviste metida en estos chanchullos. Vamos a jugar a dos bandas cielo

- ¿A dos bandas?

- A tres: tu padre, Ladislao (el antiguo socio de tu padre) y como no la policía. Mataremos unos cuantos pájaros de un solo tiro.

- No entiendo a dónde quieres llegar Julia ni a qué pájaros tengo que matar.- me sentía dentro de un bucle sin sentido, como si mi vida se estuviese transformando en un guión de cine.

- Mi niña, vas a entrar en las filas de Ladislao y yo voy a darte toda la información que necesitas para ello. Tendrás que conseguir que se fie de ti. Sigue furioso con tu padre por haberle traicionado. Pasó tres años en la cárcel y quiere venganza. Esa será nuestra mayor arma: su deseo de vendetta.

-¿Estás loca?.- Yo dentro de un grupo de contrabandistas y traficantes de mujeres. Si hombre y qué más, armas biológicas. Pero si era estudiante de periodismo, no agente infiltrado. Lo que pensaba, esta mujer había visto demasiadas películas.

- Tenemos que enfrentarlos de tal modo que se eliminen los unos a los otros y nosotras consigamos la información necesaria para que la policía los coja a todos. Una vez detenidos, nosotras seremos libres y ellos se pudrirán entre rejas. Piensa que de este modo los verás pagar por todo. Por lo que te han hecho a ti, a mí y a tu madre.- En parte era una buena idea, verles pagar se estaba convirtiendo en mi única motivación.

- Está bien, no sé si eras tú la loca o yo. ¿Cómo lo haremos?.-Aún hoy pienso que esa decisión la tomaron las drogas y no yo, porque una persona en su sano juicio no lo haría. Creo que yo lo llevaba en la sangre. Algo tendría que haber heredado de Ricard.

- Pronto te lo explicaré, pero antes tendrás que recuperarte y tendrás que conocer al agente de policía que nos ayudará y a alguien más que ahora no puedo revelarte. Nos protegerán y apoyarán para que podamos acabar con esta escoria Andy.



Estuve casi dos semanas en cama, bajo la vigilancia constante de mi tía y Carlos. No quería que me escapase y contase lo que me había hecho. De todos modos, qué pruebas tenía. Ninguna. Mi padre no apareció en todo ese tiempo.
Durante mi convalecencia llamé a mis compañeros de clase y residencia, seguramente preocupados por mi repentina desaparición. Simplemente les dije que un asunto familiar me tendría ocupada un tiempo aún sin definir. Menudo asunto familiar…

CONTINUARÁ

martes, 22 de septiembre de 2009

Andrea (5º parte)

Tres semanas. Ese era el tiempo que había transcurrido desde mi accidentada visita familiar. Había vuelto a la universidad, pero mi cabeza seguía allí. Era como si mi cuerpo y mi mente tomasen caminos separados. No podía dejar de pensar en las palabras de mi padre: “ esto no acabará así…”. Tenía miedo, no sé porque pero algo me decía que me anduviese con ojo. Más vale prevenir que curar, como se suele decir. Pero hay ocasiones en las que con prevenir no basta.


Una noche, cerca de las once, volvía a la residencia cuando todo pasó. Lo único que recuerdo de ese momento es que me atacaron por detrás. Un hombre mucho más alto que yo y con mucha más fuerza, se abalanzó sobre mí. Mientras con un brazo me sujetaba, con el otro apretaba mi cuello. Quería gritar pero el pánico y la falta de oxígeno me lo impedían. Braceé y pataleé pero no pude liberarme. Su llave era indestructible. En cuestión de segundos, quedé inconsciente.

No recuerdo nada de lo que pasó entre mi secuestro y el momento en que me desperté de nuevo en casa de mi padre.

-Aaahhh…- me dolía todo el cuerpo. Estaba mareada y para colmo todo me daba vueltas. Estaba en mi cuarto, pero no conseguía reconocerlo. Tenía clavada una vía en mi mano izquierda y unos tubos de oxígeno me ayudaban a respirar mejor. Una pinza en mi dedo corazón controlaba mis constantes vitales. Pero qué coño había pasado. Tal vez mi secuestrador me había violado y dejado tirada casi muerta en medio de la nada y mi familia había ordenado mi traslado a casa, para que la prensa o los amigos de mi padre no se regocijasen con su desgracia, mi desgracia. Intenté levantarme pero unas manos me sujetaron.

-No te levantes cariño, todavía es pronto.- esa voz era tan familiar que obedecí. Era la voz de mi tía Julia. Ella era la única persona en el circo de mi familia en la que podía confiar. Se había casado tan enamorada de mi tío, que tardó años en darse cuenta de que clase de tipo era.De su enlace nació mi primo Rubén. Hacia años se había marchado de casa y nadie había vuelto a saber de él. Era a la que más me dolió abandonar cuando me enviaron interna al colegio. Era mi segunda madre.

-¿qué me ha pasado?- . Mi voz sonaba ronca y mi boca estaba tan seca que me costaba articular palabra.

-No sé como decírtelo Andy

-¿Me han violado? Es eso verdad- pregunté aterrada.

-No cariño, esto es mucho peor. ¿no recuerdas nada de lo que pasó mi cielo?

-Sólo que un hombre me atacó por la espalda, el resto está borroso… casi negro.

-Todo ha sido cosa de tu padre y mi marido…ellos…

-¿Ellos qué? ¿qué me han hecho?- las lágrimas empezaban a resbalar por mis mejillas.

-El trasplante.- fue lo único que logró decir. Lloraba tanto o más que yo.

-¡No¡, eso no puede ser. Esto es un sueño. Me despertaré y nada habrá pasado. Estaré en mi habitación de la residencia, lejos de aquí

-Lo siento, pero no es un sueño….

Entonces, presa del dolor, empecé a llorar como hacía años que no lloraba. Julia, se acercó y me abrazó. Intentaba consolarme pero su llanto ocultaba el mío. Yo era como una hija para ella y mi dolor era su dolor. Cómo había sido capaz mi padre de hacerme esto. Yo sólo era médula, nada más. Me sentía mal, sucia, violentada.

-Tengo que irme de aquí. Ayúdame a levantarme- de un tirón me arranqué los tubos de oxígeno y la vía de mi mano. La sangre empezó a resbalar por mi muñeca, pero me daba lo mismo. Tenía que irme de allí lo antes posible.

-Es pronto para que te levantes, sólo hace dos horas que te extrajeron la médula. Es peligroso que te pongas de pie.

-Peligroso dices, y no es peligroso estar en esta casa de sicópatas trastornados-. Dije mientras salía de la cama. Me bastó poner un pie en el suelo para que todo empezase a girar y las náuseas me postrasen de rodillas.

-Te lo dije, vuelve a la cama. Nadie te molestará aquí. No ves que ya consiguieron lo que querían de ti.

-¿Cómo eres capaz de vivir así? Vente conmigo .Huye.- le dije mientras me ayudaba a volver a la cama y me colocaba una venda en la mano para que dejase de sangrar.

-No puedo, no te das cuenta que soy parte de esto. Sé tantas cosas que si me fuese no tardarían ni dos días en encontrarme muerta en una cuneta.-Lo peor de todo es que tenía razón- lo que si podemos hacer es acabar con ellos….. CONTINUARÁ

martes, 8 de septiembre de 2009

Andrea (4ª parte)

La habitación olía a hospital; era una mezcla entre analgésicos y muerte. El doctor revisaba los resultados del último análisis de mi padre y los datos en la pantalla de las distintas máquinas que decoraban el dormitorio. Le dijo algo al ogro, que no alcancé a escuchar, y salió.

-Ricard, me voy- dije nada más quedarnos solos

-¡¿Cómo?¡-sus ojos estaban a punto de salírsele de las órbitas

- lo que has oído. Me voy. No me voy a someter a esas pruebas, no voy a ser tu donante.

- soy tu padre Andy… por favor- parecía suplicar. ¿Mi padre suplicando? Esto era nuevo.

- ¡¡no me llames así¡¡ jamás vuelvas a llamarme así . ¿Me has oído? ¡¡¡¡¡ Jamás¡¡¡¡¡ Así solo me llamaba mi madre. Juré ante su tumba que jamás te ayudaría.- nunca tuve dudas a la hora de tomar mi decisión pero oírle llamarme así me enfureció y le sentenció. Estaba más segura que nunca. Su vida no valía nada para mí.

- puedo obligarte y lo sabes. Mis abogados moverán los hilos que hagan falta, llamarán a todas las puertas y en dos semanas estarás sobre la mesa de un quirófano.-amenazó. Pero el único aterrado en esa habitación era él. Sabía que si me obligaba no sería a través de abogados, mi padre empleaba otras técnicas más rápidas y efectivas. Sin embargo, le seguí el juego. Era divertido verle desquiciado.

- inténtalo. Cuando lo consigan, tú ya estarás muerto y yo lejos de aquí. La justicia en este país es lenta papi -dije en un tono irónico, aunque a partir de ese día e incluso después de su muerte tendría que dormir con un ojo abierto. Estaba jugando en la liga de los poderosos, donde un no nunca vale como respuesta. Y no me engañé.

- hija de puta, eres igual que tu madre, debí enviarte con ella hace tiempo. Nunca me has servido para nada. Un lastre, solo eres eso.

- pero tú te mueres…tu dinero no puede comprar ni mi amor ni tu salud. Escogiste mal tus prioridades papi…

- esto no acabará así…- gritó ya sin aliento.

- lo sé, pero recuerda de quien soy hija. Si algo heredé de ti es el saber defender lo que es mío.

Intentó decirme algo más pero la rabia le impedía hablar. La verdad no tiene vuelta de hoja. Sonriendo salí de la habitación, cogí mi maleta y me dirigí a la salida. Sentía como se clavaban en mi espalda las miradas de todos los que estaban en la casa. Acababa de poner punto y final a mi vida en esa familia. Acababa de sentenciar a mi padre y ganarme muchos enemigos. Pero me daba igual. Hacía mucho tiempo que ya no formaba parte de los Villegas. Creo que nunca fui parte de esa jauría, siempre fui sólo hija de mi madre. Mi única familia llevaba 18 años bajo tierra.



Seis horas después, entré en mi cuarto de la residencia y decidí olvidar todo lo vivido hasta ese momento y empezar de cero. Pero,..¿Me dejarían hacerlo?... CONTINUARÁ


domingo, 9 de agosto de 2009

Andrea (3ª parte)

Alguien estaba llamando a mi puerta con insistencia. Casi podría tirarla abajo si golpease un poquito más fuerte. Seguro que estaba imaginándose mi cara. Me estaba jugando mucho con mi negativa.



-¿Qué queréis ahora?¿una transfusión o tal vez un riñón?- grité. Estaba harta de tanta hipocresía y egoísmo. Se podía saber en que familia me había criado, en la de Lucifer.

-Andrea soy yo, ¿puedo pasar?- dijo mi tío, un lobo con piel de cordero. Falsedad y más falsedad. Si mi padre se moría el negocio se iba a pique. Sólo él conocía las reglas y a las personas adecuadas para ese trabajo. Nunca le había confiado a nadie el mando. Mi tío llevaba 20 años como un perrito esperando ganarse una galleta y ahora llegaba el momento del premio y yo estaba a punto de chafárselo. Haría lo que fuese para conseguir ese trasplante, así que debía andarme con ojo. Eso era lo que lo preocupaba, no la salud de su hermano. Mi padre había acordado testar a su favor y presentarle a todo aquel que debiese conocer, pero aún no lo había hecho. En ese mundo no puedes entrar sin ser invitado antes. Digamos que es un club muy selecto. Además muchos estaban al acecho para coger su trozo de pastel. Mi padre tenía muchas deudas y parte del patrimonio o su totalidad, no lo sé, serviría para saldarlas. Mi tío simplemente estaba jugando sus cartas. Tenía que conseguir ese testamento y dejar fuera a cualquier interesado y a mí claro. Como si quería quedárselo todo. Yo de ese dinero no pensaba gastar ni un céntimo. Tenía lo que había heredado de mamá y unas bonitas manos para trabajar.

- pasa- entró y se sentó a mi lado. Que bonita estampa familiar, sólo faltaba que me rodease con el brazo. Que ni se le ocurriese, si no quería sentir el suave tacto de mi codo en sus costillas.

- tu padre se muere, cariño, sólo quiere algo más de vida, disfrutar…- ya y yo como soy tonta me lo creo.

- me da igual- y era verdad, no me importaba en absoluto lo que quisiese o dejase de querer. Yo quería a mi madre y me la había quitado. Ahora yo le quitaría lo que más necesitaba.

- ¡pero es tu padre¡.-gritó. Pero quién era él para gritarme. Cada vez me creía menos que esto estuviese pasando.

- y dale….-estaba empezando a cabrearme. Era mi padre ahora. ¿Y los 23 años anteriores? Me levante y comencé a recoger las pocas cosas que había sacado de mi maleta. Tenía que salir de allí lo antes posible. No era un lugar seguro. Me ahogaban, tanta maldad me envenenaba la sangre.


-¿qué haces?-que pregunta más estúpida. Estaba claro lo que hacía

- me voy. Ya hace tiempo que no formo parte de este circo.

- está bien. Siempre has hecho lo que te ha venido en gana. Eres tú la que cargará con ello en su conciencia.- amenazó sin éxito. Sin embargo sabía que esto no era el final, acabábamos de empezar.

- estoy muy segura de lo que hago. Mi conciencia está tranquila. ¿Puedes decir lo mismo?

- yo no soy el tema a tratar niña, por lo menos ten la decencia de decírselo a tu padre antes de irte. Dile que por un capricho de una malcriada se va a morir.- preferí dejar ahí la discusión. Malcriada, eso si que no me lo esperaba. Tenía ganas de gritar, de empezar a correr y no parar jamás.

-está bien, si tú no tienes el valor de decírselo lo haré yo…ahora déjame recoger mis cosas. Estate tranquilo que no me escaparé por la ventana. Estamos en un tercer piso ¿recuerdas? –estaba agotada.

Cuando me quedé sola me senté en el suelo, a los pies de mi cama. Apoyé la cabeza en el colchón, cerré los ojos y respiré. Mi padre se moría y yo no hacía nada para salvarlo. En cualquier otro caso eso sería una tragedia, en mi caso era un alivio. Me incorporé y terminé de empacar mis pertenencias. Llamé al aeropuerto. Mi avión despegaba en cuatro horas. Tenía el tiempo justo. No podía perderlo en tonterías. Cogí la maleta y me dirigí a despedirme de mi padre. Qué bien sonaba. Quizás creas que no tengo sentimientos o mi corazón es de hielo, pero la vida que me regaló ese hombre me hizo así. Llamé a la puerta. Me abrió uno de los ATS.

- ¿qué necesita señorita?-preguntó en voz baja, como temiendo ser escuchado

- ¿está mi padre despierto? quiero despedirme

- ¿Se va? ¿y el trasplante?-pero será cotilla el tío.

- eso no es asunto suyo. ¿puedo o no puedo pasar?

- perdone mi indiscreción. Pase, su padre está con el doctor, pero enseguida la atenderá

Dejé la maleta en el pasillo, cerca de la puerta y entré.CONTINUARÁ


sábado, 18 de julio de 2009

Andrea (2ª parte)


El ogro se moría y quería verme. Según mi tío sólo deseaba despedirse de su única hija, pero a mí me daba la impresión de que había algo más.

En un primer momento me negué. No necesitaba una despedida. No quería volver a casa, pero después creí que verle acabado y a las puertas del infierno, me ayudaría. Verle pagando sus pecados era algo que necesitaba y deseaba. Era la única forma de ver que la maldad se paga. Así que hice las maletas y me dirigí hacia mi pasado.

Mi padre, ese poderoso multimillonario, había encontrado una batalla que todo su dinero no podía vencer. Se había topado con una leucemia en fase terminal. Viajó a los mejores hospitales del mundo, contrató a los más reconocidos especialistas y gastó parte de su fortuna, para llegar a una única conclusión: se moría y ni todo el oro del mundo impediría eso. De repente su prioridad cambió y sólo anhelaba salud. Su vida de excesos le estaba pasando factura y yo era feliz con eso. Era feliz viendo como pagaba por lo que le había hecho al mundo y a mí. Es duro sentir felicidad por la desgracia ajena, pero la sentí.


Una vez instalada en mi antigua habitación y superados los primeros recuerdos, me dirigí a su habitación. Había contratado a un equipo médico para que lo atendiesen en casa. No quería estar ingresado en un hospital, porque la gente enferma no le agradaba. Que irónico, a mí tampoco me gustaba según que enfermo. El cuarto estaba atestado de aparatos médicos y personal sanitario. Dos médicos y un par de ATS, vigilaban día y noche su estado. La cama ocupaba el centro de la estancia, rodeada de cables y objetos que no supe identificar.

Entonces me vio. Estaba casi dormido, supongo que debido a la medicación, pero al verme sus ojos se abrieron como platos y su rostro se tensó en un amago de sonrisa. ¿Podía ser posible que se alegrase de verme?¿Sería cierto que quería despedirse? Tal vez la cercanía de la muerte la había hecho replantearse su vida. No, tenía que haber algo más, algún motivo oculto.

- Hija mía. Has venido-dijo entre susurros. Le costaba respirar. Un silbido agudo nacía de su pecho.

- Ricard- saludé. Siempre utilizaba su nombre propio para dirigirme a él. Lo de papá le quedaba grande- ¿qué es lo que quieres de mí? ¿es esto una despedida o algo semejante?

- espero que sea un comienzo- contestó

Un comienzo de qué. A este hombre se le había ido la cabeza. Tanta medicación le había freído el cerebro.

-Explícate, porque no he recorrido 700 km para jugar a las adivinanzas- mi voz sonaba dura y concisa.

-Necesito un trasplante de médula. Hemos buscado un donante y nada. Eres mi última oportunidad. No curará mi enfermedad pero me dará algo más de vida.- si hubiese encontrado a alguien compatible jamás habría acudido a mi. Maldito egoísta y yo pensando que tal vez podría haber cambiado.

-No- fue lo único que contesté

-¡¿cómo que no?¡¡ soy tu padre¡- intentó gritar sin éxito.

-Tú nunca fuiste mi padre, sólo el hombre que dejó embarazada a mi madre y después se la cargó.- su rostro palideció. Sabía ya mi respuesta, sin embrago insistió, no sin antes echar de la habitación a todo el personal médico. No quería testigos.

- La muerte de tu madre fue un accidente y tú lo sabes.-mintió. Ni siquiera en su lecho de muerte era capaz de asumir los errores cometidos.

- Serás hijo de puta. Te vi, lo vi todo. La discusión. Mamá quería irse y tú no la dejaste. La golpeaste hasta que….- no podía seguir. El recuerdo me martillaba la cabeza.

- Seré lo que tú quieras, pero eres mi hija y llevas mi sangre. Me lo debes .Yo te crié. ¿Quién pago tus viajes y tus estudios?

- Me criaron las mujeres que tú contrataste tras la muerte de mamá y no pagaste mis viajes, te libraste de mí, que son cosas distintas

- Está bien, piensa lo que quieras pero ¿cómo explicarás tu negativa? una hija nunca dejaría morir a su padre si pudiese evitarlo, ¿te has parado a pensar en lo que dirá la gente?

- No pienso explicarlo. No estoy obligada a hacerlo y punto. Lo que digan no me importa. Soy dueña de mi vida y de mis decisiones- sin más que decir me fui. Sabía que lo de la despedida había sido solo una artimaña y sin embargo había caido en la trampa, directa a la boca del lobo.

Oí como llamaba a mi tío y como le explicaba lo acontecido. La guerra sólo había empezado y yo era el objetivo. El tesoro a conseguir. Me sentía una médula con patas. Me encerré en mi antiguo dormitorio. Necesitaba pensar. Entonces... CONTINUARÁ

jueves, 2 de julio de 2009

Andrea (1º parte)

Salud, dinero o amor. Por suerte o por desgracia, no está en nuestras manos decidir cuales tendremos y cuales no, pero sí podemos decidir cual prima sobre las demás. Mi nombre es Andrea y mi vida no ha sido lo que se dice fácil.

Soy hija única de un matrimonio por conveniencia. Así que como comprenderéis, para mí el amor no tenía significado ni significante. Mi madre, descendiente de un rico industrial, fue obligada a casarse, con sólo 18 años, con el hijo de un cacique corrupto, 20 años mayor que ella. Era otra época. Eso hoy en día, en nuestra sociedad es impensable, pero hace 50 años estaba a la orden del día. La boda tenía como único objetivo aunar fuerzas y hacerse los más fuertes de la zona, con el dinero de mi madre y los contactos de mi padre. Y la única forma de que eso funcionase y que nadie desconfiase era unir las familias. Pero los trapicheos familiares no son el tema que me trae aquí. Eso lo dejo para próximas ocasiones. Tal vez volveréis a saber de mí. Dicen que el mundo es un pañuelo, aunque para mí siempre estuvo lleno de mocos.



Mi madre siempre intentó que yo fuese feliz, pero jamás lo logró. Era débil y vivía amargada bajo el yugo del hombre que me trajo al mundo, pero siempre tenía besos y sonrisas para mí. Decía que yo era lo único bueno que había hecho en la vida. Sin embargo, no puedo referirme a él como mi padre, porque desde que nací me rechazó. Nunca me quiso, sólo me utilizó. El parto fue complicado, a punto estuvo mi madre de perder la vida. Por suerte sólo perdió el útero y con él las posibilidades de volver a concebir. Cómo una mujer iba a estar al frente del imperio le gritaba en ocasiones. El ogro (así le llamaba de cría) quería un varón y yo simplemente fui un error al que pronto apartó de su camino. Un juguete que mostrar ante visitas y al que al rematar la fiesta tiras de nuevo dentro de su caja. Hasta la próxima.


Mi madre procuró que mi niñez fuese lo más normal posible, pero tampoco lo consiguió. Cómo iba a ser normal cuando una noche si y la otra también oía, escondida entre las mantas, los gritos del ogro y los sollozos de mi madre. El maquillaje ocultaba el resto. No comprendí lo que acontecía hasta tiempo después. En un matrimonio amañado el amor no existe y por tanto el sexo nunca es deseado. Él bebía intentando olvidar sus negocios(a veces creo que tampoco él quiso llevar esa vida pero se la impusieron como a mí) y al llegar a casa obligaba a mi madre a cumplir sus más básicos deseos. Vamos, hablando claro, ella fue fruto de sus continuas violaciones. Entenderéis ahora porque el amor no tenía significado para mí. Lo cobró años después, con mucho esfuerzo y horas de terapia. Pero mi vida amorosa hoy tampoco es el caso.

Para mi madre el amor hacia mí fue lo que la ayudó a sobrellevar su tortura. Yo era la que la mantenía a flote. Mi amor era su prioridad. El dinero nunca le importó, porque jamás le hizo falta. Dicen que no echas de menos algo hasta que estás a punto de perderlo y ella tuvo más dinero del que necesitaba. Y la salud, fue mi padre el que se la quitó. Una caída accidental y un golpe con un cajón. Esa fue la versión oficial. Nadie creería a una niña de 7 años, cuando dijese que su padre había matado a su madre con un palo de golf y aunque me creyesen mi padre lograría con dinero o matones silenciar a cualquiera que lo contrariase. Vi toda la escena escondida tras la puerta y vi como mi padre lloraba ante su tumba intentando parecer un desconsolado viudo, sabiendo que si ella estaba allí era por su culpa. Ese día mi odio hacia él empezó a crecer. Juré que jamás querría al hombre que me había robado a mi madre, jamás lo ayudaría ni tendría piedad con él. Y así lo hice y no me pesa. Cada uno tiene lo que se merece.

Mi padre se movía sólo por dinero. Estaba obsesionado con el poder y para conseguirlo pisoteaba a quien fuese. Sólo dinero y más dinero. Esa era su prioridad. El amor y la salud no existían en su escala de valores. Tras la muerte de mi madre, me envió a un colegio interno. Para mí fue un regalo. Así estaba lejos del infierno. Estuve allí hasta lo 18 años, momento en el que la universidad fue mi balsa para seguir a flote y no volver a casa.

Una noche, en mi quinto año de universidad, llamaron a mi puerta. Era el hermano del ogro. En el tiempo que estuve lejos de la casa, no quise saber nada de ellos. Estaba viviendo mi vida y no formaban parte de ella. Venía a buscarme. CONTINUARÁ