martes, 24 de noviembre de 2009

Andrea (8ª parte)



Aprovechando que los “amigos” de mi padre iban saliendo de la casa, volví a mi cuarto sin que nadie se percatase de mi presencia. Lo que no queríamos ni mi tía ni yo era llamar la atención de ninguno de ellos. Eso sería del todo perjudicial para nuestro plan. Bastaba con que uno sólo de esos hombres pusiese un ojo en mí para que a los dos segundos me vigilase uno de sus trabajadores. Tenía que ser invisible el mayor tiempo posible.

Entré en mi habitación y me dirigí a la ventana para observar en detalle a cada una de mis próximas víctimas. Caerían todos, uno tras otro, como fichas de ajedrez y yo sería el dedo que la empujaría. Una sensación desconocida recorrió mi espalda. Poder.

-Andy tenemos que irnos- dijo Lucía desde el umbral de mi puerta

-¿irnos? ¿A dónde? - Salir de esta casa requería un visado de Carlos y una causa más que justificada par no ser acompañadas por algún miembro de las filas de mi padre.

- Vamos a conocer a alguien especial. Arréglate y baja. Te espero en el salón en 5 minutos. Por cierto, ponte la ropa más desgastada que tengas. ¿Entendido?

- Si señora, lo que mande señora- contesté mientras me ponía firme y saludaba a alto mando en que se había convertido Lucía. Dentro de la gravedad, este juego empezaba a ser emocionante y en ocasiones divertido.

Rebusqué en mi armario, entre la ropa que había dejado cuando me fui a la universidad. Habían pasado 5 años pero seguía conservando la misma talla. Maravillas de la genética, según mis amigas de facultad. Me decidí por unos vaqueros gastados y con los bajos deshilachados y un suéter de hacía unas cuantas temporadas. Esperaba que fuese a lo que Lucía se refería. Me miré en el espejo. Mi aspecto era pésimo. Necesitaba un corte de pelo. Los días en casa de mi familia estaban pasándome factura. Había adelgazado unos kilos y unas ojeras se habían instalado bajo mis ojos, consecuencia de las noches en vela y el miedo que me provocaban algunos inquilinos de mi cárcel. Estaba lista. Bajé al recibidor donde Lucía me esperaba.

-¿Estoy lo bastante horrorosa? Ya me explicarás a que viene el tener que salir a la calle con este aspecto.

- Ahora lo verás. Nunca desconfíes de tu tía. Mi madre siempre me decía que nunca se debe dar una puntada sin hilo.

- ¿Me vas a hablar de costura?- dije en tono burlón

-Espera y verás. Y sobre todo no hables. Vamos a salir de esta casa solas.

-¡eso es imposible¡ No podemos ni pasear por el jardín sin vigilancia

- Cariño hay algo que ningún hombre soporta…-no terminó la frase.

Carlos se estaba acercando a nosotras con cara de pocos amigos. Él era el que tenía que darnos permiso para salir y yo seguía sin entender el plan de Lucía

-¿Se puede saber a dónde vais vosotras dos?- preguntó con tono firme

-Cariño, Andrea lleva en casa un mes y como puedes ver no tiene ropa que ponerse. Tenía pensado llevarla de compras y a la peluquería. No creerás que una Villegas puede tener un aspecto tan deplorable .La primera impresión es la que cuenta cariño y Andy, no te ofendas- Dijo mirándome- da pena.

- Llamaré a Pedro para que os acompañe.

- Eso no va a ser posible. Es que…

- Es que nada. Si salís será acompañadas.

- Cielo, tenemos que comprar prendas y hacer algún tratamiento íntimo y creo que a Andy no le hará mucha gracia que un hombre de 2 metros la vigilé mientras se depila las ingles. Me sigues. Solo serán dos horas, tres a lo sumo. Si en ese tiempo no estamos de regreso, envía a Pedro a esta dirección- le dijo mientras le entregaba la tarjeta de su centro de estética.

- Pedro os llevará y esperará en el coche. Y no hay vuelta de hoja..- sentenció.

- De acuerdo, tú mandas- contestó Lucía al tiempo que me guiñaba un ojo.

Salimos de la casa y nos dirigimos al garaje donde Pedro nos esperaba junto al coche. Un Mercedes último modelo, con blindaje antibalas y una colección de dispositivos de última generación, que incluían como no un localizador GPS, con el que Carlos podría saber en todo momento donde nos encontrábamos. Empezaba a pensar que el plan de Lucía se había ido al traste…